La Real volvió a sonreír en Ipurua. Una victoria de las que se saborean, trabajada, sufrida y merecida, en un derbi que volvió a teñirse de txuri urdin. Porque los derbis no se juegan, se sienten. Cada balón, cada grito, cada abrazo al final… Así lo vivimos desde dentro: con corazón, orgullo y pasión realista.