Tras unos años de transición la Real, ya con Alberto Ormaetxea en el banquillo, realizó una brillante campaña en la temporada 78-79 acabando cuarta, empatada a puntos con el tercero, el Atlético Madrid, y sólo superada por Real Madrid y Sporting Gijón.
Fruto de esta cuarta plaza la real volvía a disputar la Copa UEFA y el sorteo le emparejó con uno de los históricos del fútbol europeo: El Inter de Milán.
En el partido de ida, disputado en San Siro, los italianos adquirieron una ventaja que parecía insalvable al imponerse por tres goles a cero. Al descanso se había llegado con empate a cero, pero en los dos primeros minutos de la segunda parte Muraro y Baresi anotaron los dos primeros goles locales y en el 78’, Marini, con un gran disparo desde fuera del área, hacía el definitivo 3-0 que dejaba a la Real con pie y medio fuera de Europa.
El partido de vuelta, disputado en Atotxa el 3 de octubre de 1979, ha quedado grabado en la memoria de todos los aficionados realistas como uno de los partidos más memorables disputados en el viejo campo donostiarra.
La Real, enrabietada por la mala fortuna del partido de ida y con la intención de dar una alegría a su afición, salió a por todas desde el primer minuto del partido. Fueron 90 minutos de entrega, lucha, esfuerzo, con un juego por momentos brillante en los que el equipo brindó a sus aficionados una noche de pasión y orgullo.
Un gol en cada parte, ambos de Satrustegui, dos posibles penaltis a favor de la Real, numerosas ocasiones… hicieron soñar hasta el último minuto a los aficionados con una remontada histórica pero los italianos echaron mano de todo su oficio para salvar la eliminatoria.
Estos fueron algunos de los titulares del día siguiente: Diario Vasco hablaba de “Partido memorable”, La Voz de España y Mundo Deportivo coincidían en su titular: “La Real rozó el milagro”, Unidad hablaba de “La gran noche de la Real” y el italiano Corriere della Sera reconocía que la Real hizo temblar al Inter.
En definitiva, la primera victoria europea de la Real no tenía el premio de la clasificación pero sí el de dejar a los aficionados orgullosos de su equipo.